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Jacques GAILLOT, Felices los misericordiosos |
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Si me pidieran dibujar la misericordia, ¿cómo lo haría? Una persona va hacia mí con los brazos levantados, con un rostro lleno de bondad y ojos que hablan de la ternura de su corazón. |
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La misericordia manifiesta el exceso, la desmesura, la sobreabundancia, la gratuidad.. Va más allá de nuestras miserias. |
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No es de extrañar que estamos sorprendidos y desconcertados. |
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Fuera de la lógica del dar y recibir, supera la estricta justicia, no espera nada a cambio. |
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La misericordia es la firma de Jesús: un don que excede toda justicia. |
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En el Evangelio, ¡sólo las mujeres muestran pruebas de sobreabundancia! |
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“Las quiero tanto que las encuentro bellas” |
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Hace tiempo fui invitado a visitar una casa para personas con grandes discapacidades. Una casa que se encontraba a las afueras de una población, Quien me acompañó por la diferentes salas era un sacerdote. Trabajaba habitualmente de noche, pero él tenía que estar para poder hacer yo la visita. |
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Pasé al lado de cuerpos desarticulados, de caras deshechas que parecían cubiertas de máscaras de fealdad. Sus gritos se me hacían insoportables. |
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Estaba preocupado y molesto. Quien me acompañaba se dio cuenta de mi malestar, me miró y me dijo esto tan extraordinario que aún no he olvidado: |
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“¡Las quiero tanto que las encuentro bellas!” |
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Esto me traspasó el corazón. Un camino se abría delante de mí para hacerme descubrir mis miedos y mis debilidades. |
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Comprendí que amar no es hacer cosas por alguien, es descubrir que eso es bello. La felicidad, ¿no es saberse bello ante la mirada de los demás? |
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Este sacerdote tenía un corazón de “carne” y no un corazón de “piedra”. No tenía muros de miedo para protegerse de los demás. Era libre de ir hacia ellos y quererlos. Podía comprender a cada persona discapacitada: “¡Tú eres importante! Te quiero . Con tus heridas y con tus fragilidades, tú puedes ser grande y ser tú mismo”. |
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“No puedo perdonar”. |
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Una tarde, una mujer que apenas conocía, me pidió con insistencia ir a ver a una gran amiga suya a punto de morir en la Salpêtrière, el gran hospital parisino: sufría la enfermedad de Charcot. |
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Me resistía: ir a ver al hospital a una mujer que no conocía y que estaba para morirse; era difícil. ¿Por qué? Pero la mujer del teléfono no hacía caso de mi resistencia. |
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“Se lo ruego, venga aquí”. |
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Lo dejé todo y fui al hospital, con pies de plomo y de mala gana: no conocía nada de esta enferma que iba a morir, ni siquiera su nombre. ¿Estaba casada? ¿Era cristiana? Y si había dos enfermas en la habitación, ¿cuál era? |
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Llamando a la puerta de la habitación dejé de preguntarme cosas y me confié al Espíritu Santo. |
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Vi una sonrisa enorme en esta mujer con la enfermedad de Charcot. El hombre al pie de su cama era su marido. Se fue precipitadamente. |
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Me encontré solo con esta mujer que estaba muy delgada y no podía hablar. Escribía en una pequeña pizarra sin vacilar y me mostró la pizarra. Su escritura me gustó. |
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- “Gracias por estar aquí. ¿Puedo preguntarle unas cosas?”
- “Sí, si no son demasiado difíciles”.
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Ella se puso a reír. Su pregunta me sorprendió: |
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- “¿Qué va a suceder cuando llegue al más allá?”
- “Lo verá cuando esté allí, Lo importante es lo que ocurre ahora”
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Mi respuesta la hizo reír de buena gana. Todo fue bien entre nosotros. |
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“Yo pienso como usted” |
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Después vino la pregunta esencial: |
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- “No llego a perdonar a los que me han hecho mal. Me gustaría morir en paz. Guardo un peso en mi corazón”
- “No es fácil perdonar. A pesar de nuestros esfuerzos no llegamos a ello. Pidamos los dos a nuestro Padre del cielo poder perdonar a los que nos han hecho daño”.
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Tomé su mano y recité despacio la oración de Jesús. Noté que se unía con todo su corazón a esta plegaria. |
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La bendije. La besé en la frente y salí. |
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Una tarde he recibí un sms en mi teléfono: |
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“He perdonado. Mi corazón está en paz. Gracias a Dios. Gracias a usted por este encuentro lleno de luz” |
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Al día siguiente por la mañana, un nuevo sms: |
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“Mi corazón tiene una gran paz. Estoy dispuesta a irme cuando el Señor quiera. Gracias otra vez por ese encuentro de paz y de luz”. |
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Murió poco después. |
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La misericordia no se fabrica; se recibe. |
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El don de Dios no se compra, no se vende, no devuelve la llamada. |
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Dar gratuitamente sin esperar nada, sin que nadie pierda la esperanza. |
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Arriesgarse a amar hasta el final. |
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« La misericordia es el mejor camino para entrar en el Reino de Dios » (Papa Francisco) |
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“Felices los misericordiosos porque ellos obtendrán misericordia” Mt 5,7 |
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Jacques Gaillot
Obispo de Partenia
Fraternidad Sacerdotal Iesus Caritas
Paris, 20 de julio de 2016 |
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Publicado el 10-08-2016 por Fraternidad Iesus Caritas |
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