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| El pan de vida. |
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| Juan 6, 32-69 |
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| Las palabras que Juan pone en boca de Jesús, después de haber permitido a la multitud que le seguía comer hasta saciarse, son a menudo llamadas el discurso sobre el Pan de vida. Si fue mal aceptado par sus oyentes, no lo es mucho menos por nosotros. Tomado en su primer sentido, las palabras de Jesús son efectivamente « insoportables »: |
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«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo». |
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| Hacemos nuestra la reacción de los judíos: « ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Y Jesús responde con más insistencia: «Pues si, si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna. Pues mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida». Tomando estas palabras al pie de la letra y aisladas de su contexto, a buen seguro, son muy « duras» y podemos comprender que muchos de los discípulos que seguían a Jesús, dejaran de hacerlo a partir de ese día. |
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¿Es verdaderamente por una incitación al canibalismo, que muchos lo dejan? En efecto, les judíos están habituados a este lenguaje figurado y saben bien que « la carne y la sangre» es un hebraísmo que designa a la persona entera. Jesús muestra así que él asume hasta el fin la condición de debilidad y de vulnerabilidad del ser humano, en tanto hijo de hombre, pero asume también toda la dignidad y la grandeza de un hijo de Dios: él manifiesta, en efecto, une proximidad particular con el que él llama su Padre. Por otra parte, Jesús disipa toda ambigüedad al respecto cuando añade: «Es el espíritu el que vivifica, la carne no sirve de nada. Las palabras que yo os digo son espíritu y vida».
¿De dónde vienen entonces las reticencias de sus oyentes? «Comer la carne y beber la sangre», es creer que las palabras, los gestos y los actos de Jesús son verdadero alimento y son, por tanto, fuente de vida. Es lo que Jesús anuncia claramente: «Del mismo modo que me ha enviado el Padre, que vive, y yo vivo por el Padre, también quien me coma vivirá por mí». |
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Esta referencia continua que Jesús hace a su Padre molesta a aquellos para quienes él no es más que el hijo de José; incluso peor, les escandaliza, pues, para ellos, esta pretensión de Jesús de ser el pan de vida que ha bajado del cielo se asemeja a una blasfemia. Tenemos ya, en este momento, los elementos de su condena a muerte:
« ¡Ha blasfemado!». |
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| «Comer la carne y beber la sangre», es creer en Jesús y seguirle. Del mismo modo que él vive por su Padre, porque su relación con él es lo que le hace vivir y lo motiva, él nos invita a esta misma vida relacional, comparándose con una comida y una bebida, que, una vez asimiladas, no son más que uno con la persona que las ha tomado. |
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| « Quien come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él». Somos de la misma sangre él y nosotros. «Ver» o «creer» esto es «venir a Jesús» y comprender que quiere hacernos compartir la vida de estrecha unión que él tiene con Dios. |
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| Consiguientemente, Jesús puede anunciar: «El que viene a mí no tendrá jamás hambre y el que cree en mí no tendrá nunca sed». La insistencia en la comida, pan/carne y la bebida, vino/ sangre, que Juan pone en boca de Jesús es para mostrarnos con fuerza que Jesús se da entero para que nos sintamos colmados y saciados para siempre. «Sí, esta es la voluntad de mi Padre, que quien vea al Hijo y crea en él tenga vida eterna». Por el signo del pan y del vino, Jesús se coloca en el corazón de nuestro compartir humano que comienza por dar y compartir la comida. Así, seguir a Jesús, es comprometerse en el camino del compartir y del darse mutuamente. Algunos percibieron que «seguir a Jesús» era exigente y era mejor retirarse. |
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| Ante estos abandonos, Jesús le pregunta a los Doce: « ¿También vosotros queréis iros?» Pero ellos han comprendido que este pan y este vino, esta carne y esta sangre, son el signo de una esperanza que sobrepasa toda esperanza. |
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