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- Me siento feliz al ver vuestra asamblea compuesta por
mujeres y hombres de tanta variedad.
- Con vuestros colores, con vuestros dones variados, llenáis
mi vida de dicha.
- Gracias a todos los ancianos y enfermos que me han ofrecido
sus oraciones, gracias a todos los niños que me regalaron
un dibujo.
- Gracias a los sacerdotes y diáconos que me han
asistido y soportado.
- Gracias a los obispos por su asistencia.
- Gracias a los que con frecuencia æy hasta estos
últimos díasæ multiplicaron sus expresiones
de amistad. Mi despacho rebosa de vuestro río de cartas.
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Me siento especialmente agraciado al sentirme acompañado
por todas estas muestras de cariño. Cuando me uní
a vosotros hace 12 años, los cristianos congregados podían
caber en la catedral. A la hora de dejaros, la catedral ya no
puede acoger a todos los que vienen de lejos. La gran muchedumbre
está fuera. Creyentes o no. Gracias también a los
no creyentes por estar aquí. La vigilancia crítica
de los no creyentes es vital: mantiene despierta la conciencia
evangélica de los cristianos. Alegrémonos
de la diversidad de nuestra asamblea. |
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- Necesitamos unos de otros para vivir con estilo creador.
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- Estamos aquí congregados para abrir el libro de
la Vida. La Palabra de Dios es luz para el camino. Palabra que
cura y libera los corazones de los que se sienten heridos. Que
no haya odio ni violencia en nosotros. Nuestro corazón
no está hecho para odiar. Que la tierra tiemble en Japón,
que los hombres se destrocen unos a otros en Chechenia, que jóvenes
sin trabajo erren en las noches salvajes de los suburbios ya
es suficiente para el sufrimiento de Dios.
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- No lloréis, no llevéis luto. Éste
es un día de fiesta y alegría. La ola de confianza
y de solidaridad nacida entre las gentes más diversas
se convirtió en rumor esperanzado. El suceso ocurrido
es revelador de las aspiraciones profundas en espera tanto en
la solidaridad como en la Iglesia. Aspiración a la libertad
de palabra, al derecho a la diferencia, al respeto de la dignidad
de cada persona, a la democracia. Son valores que muchos reclaman
y esperan ya que, con frecuencia, los responsables actúan
y deciden sin tener en cuenta a la gente. El apóstol Pablo
invita a cada uno de nosotros a tomar su parte de responsabilidad.
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- El Cuerpo de Cristo es el pueblo de Dios, aquí,
en Évreux, y en todas partes. Lo componen todos los creyentes,
todas las comunidades venidas de lejos para ser a esta hora el
Pueblo de Dios congregado para la Eucaristía, para la
Acción de gracias. El Cuerpo de Cristo, el pueblo de Dios
constituye un todo que nadie ni nada debe romper, ni aquí
ni en otros lugares.
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- "Sed uno, nos repite Jesús, para que el mundo
crea que tú me has enviado." [Juan Cap. 17 - v. 21]
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- El Cuerpo de Cristo no existirá en su plenitud
mientras subsistan los muros entre los hombres, y más
aún entre los cristianos, mientras todos "ya saciados
por el único espíritu" no se beneficien de
un auténtico reconocimiento en el amor fraterno. El Cuerpo
de Cristo, el pueblo de Dios que vosotros representáis
en estos momentos es lugar de compasión en que todo se
ha de compartir. Si un miembro sufre, todos los miembros comparten
su sufrimiento, si se honra a uno de sus miembros todos comparten
su alegría. Todos, aquí presentes, labradle un
porvenir al Pueblo de Dios. Cada uno, según la parte que
nos toca, somos miembros de este Cuerpo. Cada uno en su lugar,
cualquiera que sea, somos responsables de él. Y esa responsabilidad
del Pueblo de Dios es su Misión. El Evangelio de Lucas
nos recuerda que es la misión del propio Cristo y que
le viene de Dios. Esta misión no le pertenece a nadie.
Y nadie puede acapararla y adueñársela. Cada bautizado
la lleva dentro, en la comunión del Espíritu Santo.
Esta misión no ha variado desde el día en que,
basándose en la profecía de Isaías, Jesús
la definió de una vez para siempre:
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- "El Espíritu del Señor está
sobre mí. Porque el Señor me ha consagrado por
la Unción.
- Me ha enviado para llevar la Buena Nueva a los pobres.
- Me ha enviado a anunciar a los presos que quedan libres.
- Me ha enviado a anunciar a los ciegos que verán
la luz.
- Me ha enviado para traer la liberación a los
oprimidos y proclamar un año de gracias concedidas por
el Señor".
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- Esta palabra de la Escritura, que acabáis de oír,
se cumple hoy. Se cumple si la proclamamos en plural y en presente.
El Señor nos envía æa vosotros y a míæ
por caminos distintos que son y van a ser los nuestros. Hoy el
Señor nos envía a todas partes al encuentro de
mujeres y hombres para la misma proclama de felicidad.
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- Lo que he vivido con vosotros aquí en esta diócesis
de Évreux, lo que he vivido en otros lugares en todo tipo
de circunstancias y ocasiones, me muestra claramente que estas
palabras de Cristo son el único camino de la Misión,
que todo cristiano, toda comunidad, toda Iglesia que no tome,
primero, antes que nada, los caminos del sufrimiento de los hombres
no tendrá ninguna posibilidad de ser escuchado como portador
de una Buena Noticia. Que todo hombre, toda comunidad, toda Iglesia
que no se haga primero, antes que nada, fraterna con todos los
hombres, no podrá encontrar el camino de su corazón,
el lugar secreto donde pueda ser acogida esta Buena Noticia.
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- En cuanto a mí, en comunión con la Iglesia,
seguiré mi camino para llevarles la Buena Noticia a los
pobres. El Evangelio es un mensaje de libertad y de amor. Anunciar
hoy a Dios es defender la libertad del hombre, quien quiera que
sea. La libertad para ser de verdad un hombre, también
es vivir la solidaridad, ser en especial la voz de los sin voz.
El Cuerpo de Cristo no está terminado, está construyéndose.
Démosle futuro, cada cual a su manera, en el respeto de
las personas, con libertad de conciencia y de expresión,
abiertos al mundo que busca él mismo los caminos del futuro.
Cada uno de nosotros es una pequeña célula; necesaria
para su vida. Si se siente herida, dañada, excluida, el
cuerpo entero padece. Acompañémosle fraternalmente,
sin miedo, por esos caminos a menudo nuevos y preocupantes para
nosotros, pero tan apasionantes y portadores de Esperanza. La
Misión sigue adelante. Tampoco ella ha llegado a su término.
Démosle un porvenir, cada cual según su vocación,
según los acontecimientos, cada cual según sus
dones. Misión cada día más fraterna. Misión
fiel en atender al que Jesús acoge con preferencia: el
más pequeño de los suyos.
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- Jesús es el pobre, el excluido en quien nos reconocemos.
De modo paradójico, en él se abre el futuro, se
arraiga la Esperanza. La Iglesia debe ser la Iglesia de los excluidos
y no de la exclusión. Cristo vivió en su propia
carne este camino:
- El del abandono, el de la condena injusta, el de la exclusión.
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- El de la resurrección, donde las puertas de la
Esperanza se abrieron de par en par al mundo para brindarle horas
de gozo y de ternura, por la paz posible, por la Esperanza jamás
vencida.
- Esta ola de confianza que se ha formado hoy no debe decaer.
- No podemos quedarnos de brazos cruzados.
- Cuando un pueblo toma la palabra, se abren caminos nuevos.
Se toman iniciativas.
- Cuando un pueblo toma la palabra, no queda miedo ni temor,
sino energías nuevas que brotan por doquier.
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